sábado, 3 de marzo de 2012

GARBANZOS IMPERIALES

De la indignación, uno pasa al cabreo, la ira… y a esperar el momento de la revolución, sangrienta por supuesto, que al final no nos va a quedar más remedio que comenzar, para que una vez más se den cuenta de que han vuelto a provocarnos los cojones. Creo que cualquiera con dos dedos de frente y un mínimo de generosidad con la vida, convendrá en que sobran opiniones, consejos, juicios y en definitiva palabras, ante el despropósito del suicidio global al que nos aboca el egoísmo y la usura emocional de esa minoría de depredadores que durante siglos se han ido asentando en este planeta, de espaldas al espíritu que rige la realidad subyacente a la farsa que solo ellos alcanzar a desear. ¡Puagh! Ya tenéis una nueva definición de nuestro asco.

Así que, ya que hace tanto tiempo que la desilusión me tenía apartado de este blog, y ya que lo que aquí escribo trata de ser exclusivamente mi visión personal de lo que sería vivir contigo, hoy te invito a comer conmigo. Quién quiera que seas.

Me levante temprano. Escribí mi relato erótico de los viernes para que no se apague tu llama y me fui a tomar vermouth con mi padre profesional, compañero de tarimas durante la mitad de mi vida, hermano espiritual y uno de los pocos amigos de verdad con quien siempre he podido contar. Reímos, confesamos,criticamos, arreglamos este mundanal y el de más allá, y me regaló unas entradas para su actual espectáculo al que por supuesto y como siempre nunca falto, aunque sea pagando.

Y es que, como comentábamos a lo largo de la hora y poco que estuvimos conversando, y que dio de sobra para regalarnos de afecto, en este país, la cultura y la educación son un lujo. O sea, deben ser privadas y privadas: privadas, previo pago de quién se pueda permitir algo más que pensar en comer cada día y que no es otra cosa que privar a las vulgares castas de la luz de la educación que algún día les lleve a comprender que un artista, como educador, y un educador como moldeador de futuros, además de que es indispensable que sientan y vivan lo que hacen, necesitan no solo de medios adecuados, sino de no injerencias erráticas, sobre todo institucionales, que a lo único que se han dedicado desde que el mundo es mundo, con pocas excepciones, ha sido a dictar caminos sin objetivo y subvencionar ideas preconcebidas, burdo folclore y amiguismos de dudosa valía.

Así que antes que decir una vez más “con nuestro pan se lo comen” no quiero decir por hoy nada más que: bienvenidos y que aproveche.

Dedicado a esa aristocracia de palacio y de plató, que tanto ciega con su vacío fasto a los imbéciles, hoy llegué a casa apeteciéndome un plato de “Garbanzos Imperiales” y los llamé así después revisar en mi intendencia la forma de llegar a fin de mes. Y gracias que en algunos sitios aún pagan por trabajar. Así que me puse en pelotas, me calcé el delantal, saqué utensillos y nombre como ayudantes a un plato, una sartén y una cazuela, a los que nombré caballeros favoritos del afortunado auxilio español.


GARBANZOS IMPERIALES

Ingredientes:


El jamón lo pedí prestado, por eso no salió en la foto.

Preparación:

Cocer la patata troceada con un chorrito de aceite y una pizca de sal. Sacarlas con un colador cuando aún tienen un punto de dureza y apartarlas en el plato auxiliar.

Sin tirar el agua, echar otra pizca de sal y pimienta blanca, y poner a cocer el arroz. Al igual que la patata, sacarlo al punto pero colarlo bajo agua fría y dejarlo aparte en la jarrita de la suerte.

Poner en la sartén grande una cucharada de aceite de albahaca a calentar suavemente y echar después la cebolla, la zanahoria y el pimiento con otra pizca de sal. Cuando tome color, echar el ajo, la patata cortada y el tomate pelado, revolviéndolo hasta que el tomate se comience a deshacer y la patata se dore un poquito. Echar entonces el jamón y revolverlo apenas un minuto. Apartar el sofrito del fuego y poner la cazuela favorita al fuego para que vaya calentando el metal. Un chorrito corto de aceite, avisa en diez segundos para continuar.

Echar el sofrito e inmediatamente el arroz. Revolver, poner un poco de pimentón picante (opcional) y sazonar al gusto. Cuando el paladar indique, verter los garbanzos y tapar dejando una rendija, revolviendo bien todo al hacer la mezcla y de vez en cuando durante el tiempo suficiente para que cuajen garbanzos y sofrito en la temperatura justa para servir.
Servir en plato hondo con una guindilla, pan, vino tinto y una sonrisa.

Shallakkazham